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'Slow Content': La clave contra la infoxicación

Hace poco, en un intercambio de ideas con Edu, nuestro amigo podcaster y autor de Escuadrón Harkonnen, comentamos sobre la inmediatez en el consumo de contenidos, así como la importancia de que los creadores de contenidos empiecen a dedicar especial atención al slow content.

Justamente en el último episodio de su podcast, los seguidores del programa le hicimos varias preguntas y la mía fue sobre el tema del 'slow content' aplicado al mundo de los videojuegos¡Os recomiendo que lo escuchéis!

Lo que vemos es que se prima la creación de contenido rápido - a menudo superficial, clónico y centrado en la novedad inmediata -sobre la creación de un contenido más analítico, profundo y reflexivo.

A raíz de esa inmediatez, se ha notado una pérdida en nuestra capacidad de análisis y reflexión. Hoy en día, a mucha gente le cuesta retener la atención para leer un texto largo, ver un video o escuchar un audio de más de 30 minutos.

Esta percepción es aún más clara para los de nuestra generación, quienes hemos vivido la transición de lo analógico a lo digital, y que hemos disfrutado —y seguimos haciéndolo— del formato físico y de la capacidad de fijarnos en los detalles.

Somos conscientes de que esa transformación a alterado nuestra forma de pensar.

Justo en ese momento, le comenté que me había acordado de un libro que leí a principios de año.

Se titula 'Alabanza de la lentitud', del neurobiólogo Lamberto Maffei, y trata muy bien ese tema.

Como bien explica en el libro, el cerebro está diseñado para procesar la información de forma gradual y reflexiva. El hecho de que la sociedad moderna cada vez vaya más acelerada, impacta claramente con el funcionamiento de nuestro cerebro.

Portada del libro Alabanza de la lentitud de Lamberto Maffei

Resumen del libro:

Si hay un signo de los tiempos actuales, sobre todo desde la irrupción en todos los ámbitos de la “era digital” presidida por internet y el teléfono móvil, esta es la inmediatez, el deseo cada vez mayor y más apremiante de la solución instantánea para saltar a otra cosa. Repartida nuestra atención entre cada vez más requerimientos urgentes, no es raro acabar albergando una sensación de angustia o de frustración. Y es que el cerebro es una máquina lenta, aunque útil si se acierta a hacerla funcionar. A caballo entre la neurociencia y las humanidades, Lamberto Maffei reivindica en esta Alabanza de la lentitud las ventajas y beneficios de una existencia más pausada que recupere el gusto por el detenimiento y por el aprecio del tiempo, y rompe una lanza a favor de la palabra, de la escritura, de la lectura y de la asimilación, así como por una civilización en la que prevalezcan la reflexión y el “pensamiento lento”.

Además de ser un libro muy interesante, me gusta como Maffei aborda y defiende la importancia del pensamiento lento, así como, esa necesidad de una existencia más pausada, en la que se recupere esa apreciación del tiempo.

Precisamente en esta misma línea de pensamiento, he leído recientemente la columna de opinión de Iñaki Ortega en 20Minutos, titulada 'Ética o Estética', donde subraya la misma idea y menciona que:
"La razón me temo que está en este mundo tan acelerado en el que vivimos con poco tiempo para reflexionar y la necesidad, al mismo tiempo, de contar cada cosa que hacemos y pensamos. La irrupción de la inmediatez de las redes sociales, con una ventana tan pequeña de atención de la que disponemos y la exigencia de usarla para seguir existiendo como profesional o como persona, nos lleva a asumir los códigos de los influencers: generar impacto, bueno o malo, pero que no se olvide nuestra huella digital."

Está claro que la finalidad de la creación de todo ese contenido inmediato es la de generar impacto. Da igual la calidad, siempre y cuando se consiga visibilizar y hacerse viral. Por desgracia, en muchos casos eso es lo que prima: la estética ante la ética, que es justo lo que viene a reivindicar Ortega en su texto.

Como consecuencia de este ambiente digital, a mí, particularmente, me abruma esa sobreinformación, también conocida como infoxicación, a la que estamos expuestos constantemente.

Hace un par de años cuando me puse a estudiar las oposiciones, me di cuenta de cómo estaba enganchada a los reels. Confieso que como trabajaba y estudiaba, al final ese contenido rápido era mi vía de escape cuando ya estaba saturada al final del día.

Sin embargo, salvo raras excepciones, la gran mayoría de los videos no me aportaban nada interesante, más allá de la liberación de dopamina que generaba una estimulación y gratificación inmediata en mi mente.

La parte negativa fue que noté un clara adicción a ese tipo de contenidos, junto con una disminución significativa de mi concentración.

Cuando me di cuenta del problema, decidí hacer una desconexión digital y puse un tiempo límite diario en la visualización de ese tipo de contenido rápido. Y gradualmente fui reduciendo ese tiempo, hasta que, simplemente, dejé de verlos.

Al final mereció la pena, porque a principios del año pasado conseguí alcanzar mi meta y aprobé la oposición.

Con ese cambio, volví a apreciar el tiempo que dedico a cada tarea. Retomé la lectura, el tiempo que dedico a los videojuegos centrándome en los detalles y disfrutando del proceso, aunque tarde en terminarlos.

Creo que la clave está en que seamos conscientes de donde está el límite o mejor dicho, nuestro límite, al querer consumir tanto contenido en tan poco tiempo.

Además, la satisfacción de priorizar la calidad sobre la cantidad es mucho más duradera y profunda que la superficial recompensa del consumo rápido y el scroll constante.

¿Y vosotros, cómo os sentís ante esa vorágine de contenidos inmediatos?

Me gustaría leer vuestras opiniones.

Comentarios

  1. Hay un elemento importante en todo esto y es que uno lucha individualmente contra las mejores mentes del planeta con recursos ilimitados, que son quienes desarrollan los algoritmos que nos enganchan a ese tipo de contenido fast food. Es David contra Goliat.
    Pero la consciencia de que algo está mal en lo que ocurre es el primer paso para luchar contra ello.

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    1. Efectivamente, los algoritmos están hechos justamente para que los usuarios tengan ese contenido rápido 'adaptado' a lo que 'quieren' ver, pero también buscan maximizar el tiempo de permanencia de los usuarios en la red social de turno. Al final es un ciclo vicioso de adicción que en lugar de buscar la calidad o el bienestar, consigue retener a la gente haciendo scroll durante horas.
      Ahí está el tema, tomar conciencia de lo que está pasando para, como usuarios que somos, intentar recuperar ese pensamiento crítico y hacer un uso intencional del contenido que realmente queremos consumir.

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